Sin valor

Víctor Manuel no solía interesarse por nada de lo que ocurriera a otros, no se involucraba en nada que perturbara su individualidad. El mundo podría arder, pero jamás movía un dedo para bien o para mal; miraba pero no actuaba. Era un hombre solitario en sí, de carácter sobrio y tranquilo a decir de muchos de los que lo conocían; al llegar a casa, de manera rutinaria, cenaba algo ligero para luego tumbarse en su sillón, continuar la lectura del libro en turno, beber una copa de vino, «escuchar» el completo silencio que solía rodearle antes de irse a la cama a dormir, casi siempre después de media noche. .

Conocía todos los sonidos de su noche diaria, pero aquella era una noche oscura y tormentosa, en donde de repente, alcanzó a escuchar un ruido extraño en el pasillo. Un ruido que no era para nada habitual… como había lluvia, pensó que quizá podría ser tan solo el viento o un animal en el tejado buscando refugio, pero no estaba seguro.

Se levantó pesadamente de su sillón y caminó lentamente hacia la puerta del pasillo, ladeó la cabeza para tratar de definir los sonidos. Abrió con cuidado la puerta de madera…

Ante sí, se encontró con una figura alta, oscura, imponente e impactante que parada en el extremo del pasillo, posaba fijamente las cuencas vacías de los ojos sobre él. Parecía que esa imagen le amenazaba siniestramente sin siquiera tocarlo.

Víctor Manuel intentó dar pasos hacia atrás, pero sus piernas se negaron a moverse. La figura comenzó a acercarse lentamente, emitiendo un sonido ronco y gutural. Y fue cuando Víctor Manuel captó que era un ser no humano, no de este mundo; vio que su «piel» estaba desgarrada y sangrante, mostraba una mueca terrible en la faz, y además de esos “ojos” vacíos, se movía como flotando en el aire.

Cuando la tuvo lo suficientemente cerca, Víctor Manuel trató de gritar, pero no logró articular ningún sonido de su garganta; en ese instante aquel ser lo tomó por el cuello y arrastró hacia el extremo de la habitación donde descansaba diariamente. Víctor Manuel trató de poner resistencia, oponerse a aquella violencia, pero la fuerza la figura era mucho más de lo que imaginaba y sus esfuerzos fueron en vano.

Finalmente, ese espectro, con su víctima asfixiándose en sus manos heladas y con dolores en todo el cuerpo, cerró la puerta detrás de él. Víctor Manuel sin perder aun la conciencia se preguntaba qué sucedía, por qué estaba pasando todo eso, hasta que entendió que estaba atrapado, solo y en completa oscuridad, sin saber qué sería de él.

Cuando se recobró un poco de aquella terrible sorpresa, alcanzó ver su cuerpo tendido en el suelo de su salón de estar, desvanecido en forma grotesca, con huesos rotos, pálido y sin vida; una enorme marca negruzca, verdosa y morada podía observarse en su cuello, diversas marcas escarlatas se estaban sobre su piel; marcas que le arrancaron la existencia al asfixiarlo lenta y dolorosamente.

Al levantar la mirada percibió que junto con él había al menos otras 10 almas tratando de entender cada uno sus propios y similares sucesos. Mientras todos se miraban intrigados, la figura espeluznante se alzó ante ellos triunfante y soberbio.  

Enseguida, detrás de todos apareció un ser aún más tétrico que con voz profunda y de indiscutible autoridad, se dirigió al primero:

– Has cumplido la cuota de traer almas al inframundo. Por ello puedes pasar al infierno y ser parte de las legiones del mal.  Adelante.

Después con desdén y desprecio, habló con las almas que intrigadas y llenas de temor, lo veían.

– Ustedes no hicieron, no hacen, no han hecho nada importante, no tienen valor alguno.  Están aquí porque hay seres que desean pertenecer al mal, a la vileza, a la degradación eterna y ustedes son la cuota que tienen que pagar para hacerlo. Así que van por cada uno, matan sus cuerpos y sus almas sin valor se convierten en ofrenda para mí. Con su tibieza en la acción, alimentan la maldad.- dijo sonriendo malévolamente.

Y mientras Víctor Manuel junto a los otros muertos trataban de entender y asimilar esas palabras, el gran Demonio abrió sus negras fauces y los devoró de un bocado haciéndolos desaparecer por siempre.

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