Hada

El vendaval calmaba su furia al entrar a aquel mágico bosque.  Los seres que ahí habitan, dejan su letargo cuando el violento silbido se convierte tan solo en un susurro al pasar.

Hadas, elfos y otras criaturas quedan en suspenso cuando el viento llega a un claro en medio de altos árboles que apenas permiten pasar la luz del sol, ven como danza en círculos suaves y cadenciosos; el polvo de estrellas y fulgurantes brillos de sol recogidos de todas partes, son esparcidos como ofrenda ante un árbol que aunque parece estirar delicadamente sus ramas hacia el cielo, está seco.

Los seres mágicos miran el tronco irradiar, logran ver en la punta de la rama más larga, cubierta como con una finísima tela de cristal, la figura vacía del hada que extiende una mano para pedir un deseo al diente león que sostiene.

Un dolor repentino la heló cuando dispersaba la flor, su esencia se diluyó poco a poco cuando su humana protegida atentó contra sí, al no tener la respuesta de amor que tanto pedía.

Fue rápido, doloroso; tanto, que árbol y viento cuidan esa figura vacía esperando que tal vez algún día… el hada vuelva.  

PARA EL CONCURSO DE RELATOS «MICROFANTASY V» DEL CIRCULO DE ESCRITORES

Muerte en los barrotes

Todo rayaba en “normal”, incluso escuchar el mismo programa de radio cada noche; un programa popular en el que se contaban historias de miedo, algunas rayando en lo inverosímil, pero que hacían de esa hora algo entretenido que escuchar.

Los radioescuchas estaban atentos a los relatos, a la música acorde a lo que se contaba, a las respiraciones del locutor que imprimían algo especial a las tramas.

Pero qué fue lo que sucedió esa vez? Aun no se comprende. Alonso no encuentra una explicación lógica para lo que sucede.

Era una noche como cualquier otra; el acostumbrado camino, la misma rutina en los mismos tiempos.  Nada cambiaba en el trayecto.

Salió de la oficina, bajó al solitario sótano para abordar su auto y encaminarse a casa.  Como era su costumbre, encendió el radio del coche para escuchar su programa favorito, sacó un cigarrillo para fumarlo antes de partir.   Esos 5-10 minutos eran un deleite para él, que estaba rodeado de soledad a esas horas, porque ese relax le permitía olvidarse de sus broncas en el trabajo o de casa y manejar tranquilo.

El programa radial lo hacía sonreír, estremecerse, asombrarse o de plano burlarse porque los relatos podían rayar en lo absurdo.

Aquel día la rutina fue la misma, trabajo, sótano, radio, cigarro, camino a casa, pero Alonso notó algo en el ambiente, algo “raro” aunque nada cambiaba.

En el trayecto a su hogar, era obligatorio pasar por un paraje espacioso y muy grande lleno de bejucos, hierba alta, matorrales, en fin, un humedal enorme.

Al ir conduciendo, le llamó la atención la historia que comenzaba:

“Una chica de 18 años conoció al chico del que quedó enamorada al instante; hizo todo lo posible por enamorarlo, por hacerse su novia, pero a él parecía no interesarle porque la veía como una niña aun, pues él ya tenía 25 años, y la vida se abría a su masculina juventud, y le hizo saber que no tenía tiempo para niñerías.

Ella, que sentía un profundo amor por aquel chico que la ignoraba y despreciaba, intentaba una y otra vez ganar su amor sin conseguirlo, aunque él no tenía interés alguno.

Después de 2 años, esta chica lloraba sin motivo, sentía ansiedad y desasosiego profundo. Y a pesar de que sabía que la veía como una niña a la que no podía o no quería amar, se cansó de perseguir a su ideal y decidió irlo a buscar para terminar ese ciclo y comenzar de nuevo.

Lo encontró donde sabía él estaba y al verlo sintió como su pecho se oprimió y comprendió que tenía roto el corazón.

Su ideal estaba con otra chica…pero,  aun más joven que ella cuando lo conoció.   Corrió. Corrió sin querer mirar atrás.   Corrió lo más rápido que pudo mientras sus ojos se nublaban con gruesas lágrimas de desesperación…  y mucha desilusión.

De pronto, Gritos, rechinar de llantas, golpes,  un cuerpo que parece saltar desde el asfalto para ir a clavarse  en las jardineras de aquel parque, hilos de sangre, gemidos de dolor, un para de ojos desilusionados y llorosos, ven llegar a los curiosos que le rodean y de pronto topan  a su ideal que la mira con indiferente curiosidad.

Casi para morir, le estira la mano como pidiendo algo, la acompañante le pregunta si la conoce y el responde “nunca en mi vida la he visto”

La chica se duele, pero al mismo tiempo se llena de odio y celos, y en sus estertores de muerte lo mira fijo y expira sin apartar la incómoda vista de aquel chico que se estremece de temor, al mismo tiempo que el cielo se ennegrece y provoca miedo en todos los presentes porque han visto una transformación dantesca en la cara femenina.

Nadie sabe quién era la chica y su cuerpo fue a la fosa común; al paso del tiempo, curiosamente cuando se acerca esta fecha se han sabido desapariciones de chicos que ya muertos aparecen en diferentes parajes desiertos sin que se sepa quién o qué los ha matado.»

Ahora esa leyenda se le conoce como “la demonio de los barrotes” porque ahí al morir, se transformó.

Alonso manejaba y escuchaba esa historia al momento que capta que pasa por el humedal y repara en que está muy obscuro y tenebroso, cuando de pronto ve una chica parada en una banqueta que le mira fijo y sigue la trayectoria del auto.    Alonso no se para pero sintió un escalofrío recorrer su cuerpo; más adelante, continua manejando y observa nuevamente a la chica.

– ¡Imposible! La acabo de ver atrás.

Nuevamente la chica de la acera, sigue la trayectoria del vehículo y Alonso ya está nervioso.

Sigue adelante y ahí está de nuevo, y Alonso siente miedo incontrolable.

Al terminar aquel paraje, Alonso continua manejando aunque le tiembla todo el cuerpo y de pronto, sintió una respiración en su nuca, voltea a su derecha y de manera inexplicable hay alguien a su lado, baja al mínimo la velocidad. Comprendía que era él, una de las nuevas víctimas de desaparición que acababa de escuchar, pero cómo, a manos de quién si solo estaba él y ese “alguien”.

Alonso sintió terror a través de toda su espina dorsal, se le helaron las manos y los pies, se le secó la boca y no podía o no sabía qué decir, aquella cosa le miraba fijo y con odio, sin parpadear ni inmutarse.

Bajó de su auto y enseguida el “alguien” ya estaba frente a él. Miró su rostro horrendo, la mirada vacía y rencorosa, su cuerpo maltrecho… Comenzó a llorar y preguntó atemorizado ¿qué quieres? ¿Yo que te he hecho? ¿Porque me haces esto?

El “alguien” le dijo… “acabas de escuchar una historia en la radio”; Alonso asintió. “Esa historia es la mía, yo amaba y me despreciaron, me negaron y me vieron morir sin darme un consuelo.” dijo el Alguien

– Lo lamento- susurró, Alonso

– Sé que no es cierto, no lo lamentas.- contestó el Alguien -“pero en realidad no importa ya”

Y sin que lo esperara, el “alguien” le toco el pecho y Alonso al instante, sintió como si hielo le cubriera el corazón, sintió un vacío enorme, sintió desolación y un doloroso amor.  Cayó de rodillas sintiendo un dolor en su espalda, sintió salir sangre de sus oídos y percibió como su corazón se marchitaba con espasmos dolorosos, en tanto el Alguien le decía:

“Yo soy Abril, aquella chica que despreciaste porque no querías niñerías, la que te amó tanto pero a ti no te importó, la que atropellaron y murió en los barrotes de una jardinera y negaste haber conocido; la que por venganza, ha hecho desaparecer y morir a jóvenes… Más estoy acabando con quien destrozó mi bondad y ganas de la vida.  Hoy te vas conmigo a los infiernos”

Alonso con la mirada aterrada, sentía mucho dolor en su pecho, gritaba… consciente de que se le escapaba la vida y dijo “perdóname” y Abril le contestó con maldad y sarcasmo “nunca en mi vida te he visto”…”pero te veré agonizar como ahora, sin morir nunca en la eternidad.”

————-

Desde ese día, ya no desaparecen jóvenes ni se siente miedo en el parque ni en el ambiente.  De la “demonio de los barrotes” ya no se sabe nada,  es tan solo una leyenda urbana que ya nadie escucha ni cuenta; en tanto, el cuerpo de Alonso sigue siendo buscado por la policía.

Lechuza

La noche es profunda, obscura. Diminutos brillos como  diamantes en lo alto sobresalen en la negrura, pero no la disminuyen, son las estrellas que se pueden observar muy bien en el campo.

De pronto, en medio de esa obscuridad natural, se nota un movimiento para mí inusual… un par de alas blancas o grises se despliegan en un vuelo medio, en busca de algo

Le sigo con la mirada de admiración, y en medio de la sorpresa y la velocidad de aquello, no distingo si es un pájaro, paloma o lechuza.

Quien ha observado junto a mí, dice que es común, nada extraordinario, que un pájaro o paloma no es, porque esos no vuelan a esas horas.

Es la lechuza blanca que cuida la noche, protege las almas de seres siniestros, y de paso llegar comer algo como alguna gallina o pollo que estén fuera de sus corrales o ratones de paja o ratas de campo que salen de sus madrigueras.

Una lechuza sobrevoló con alas extendidas y a mí sólo me quedó mirarla extasiada en la mitad de una negra noche de otoño.

Bruja

Para el pueblo, eran las llamas donde purificaría su alma; para ella, aquel fuego representaba vida para su furia, fuerza para su venganza, elegía al amor por el Señor de las Tinieblas.

Y mientras esperaba en encuentro con su Amo, fuma tranquila, ante las miradas ávidas de muerte.

Sin luz

10 de la noche, se hacían las últimas cosas de rutina antes de ir a dormir; repentinamente un corte de energía dejó en total obscuridad y en silencio profundo toda mi casa.

Segundos después, intento adaptar mis ojos a la oscuridad para mirar los muebles o sus sombras para no tropezar con ellos cuando me dirigiera a la cocina, al baño, al comedor o la recámara, pero en esos instantes me sentí “rara”, como si varias presencias se hicieran presentes.

Tragué saliva al mismo momento en que las palpitaciones de mi corazón se aceleraban y mi estómago subía su temperatura debido a la adrenalina que me incitaría a correr si fuera necesario.

Mis pupilas se dilataron cuando de pronto, en el piso blanco de la sala, cinco sombras sentadas alrededor de un círculo con una estrella dentro, cuyas puntas tenían una vela escurrida encendida, voltearon a verme.  Sonreían grotescamente y sus ojos amarillentos y rojos penetraron lo más profundo de mí, llenándome de temor e incertidumbre. Movían sus brazos en círculos sobre el círculo del piso como invocando, en tanto yo sólo los miraba.

Cerca de mi puerta, una siniestra  sombra se mantenía en pie como franqueando el paso a quien entrara o saliera; alcé las cejas como interrogando.  Dirigió una pesada mirada a mi y al momento, un frío estremecedor recorrió mi espalda de arriba abajo.

En el descanso de la escalera, un ser descarnado ataviado con su túnica en jirones, esperaba recargado en la esquina con una mueca terrorífica, ojos de odio y sus flacos brazos extendidos para atrapar a alguien.  También mi miró fijo, babeó asquerosamente mientras salía de su boca un hedor helado, haciéndome temblar.

La cocina estaba ocupada por un espectro de larguísima cabellera negra que le cubría parcialmente la pálida expresión de horror eterno;  sus manos huesudas con uñas largas y afiladas, estaban como dispuestas a desgarrar mi carne y piel, para después devorar mi interior ávidamente. Alzó sus negros ojos, y al toparse son los míos, emitieron un brillo siniestro, que provocaron mis angustias de terror.

En la mesa del comedor departían espectros de monjas o sacerdotes que sabía yo, eran presencias demoniacas que provocaban un terror interno.  Todas al mismo tiempo susurraban cosas ininteligibles, me veían y reían perversamente.  Me amenazaban con odio cuando brindaban con sangre tibia.

En el paroxismo del terror, a punto de gritar y expresar todo el miedo que sentía en ese momento, sin pensar más nada que en correr y ponerme a salvo, la energía eléctrica regresó y las lámparas iluminaron la casa, techo, paredes, todo, mostrando a mis ojos que conmigo no hay más nadie, que mi hogar es libre de horrorosos seres, y alegrando mi vista con la presencia de mi familia y una imagen de Cristo, que cuida mi casa y las almas de los míos y la mía propia.

Revancha

Ya había acabado todo y estaba satisfecha.

Se sentó pesadamente en el piso de lozetas blancas de su espaciosa cocina, su mirada estaba puesta en la nada, las facciones de su cara mostraban un agotamiento físico extremo y también una actividad mental agotadora.

Respiró resignada ante lo que sabía aun le esperaba de trabajo de casa por hacer antes de que llegara su esposo y sonrió amargamente para sí al momento en que a sus ojos volvía un brillo singular y siniestro.

El enojo inicial con su marido ya había desaparecido pues ya había tomado venganza y consumada su revancha.  Tan solo quedaba justificarse ante si, pues las acciones de su pareja la habían hecho enfurecer, algo que no sucedía antes; pero él se negó a cumplir caprichos y necedades de ella; se le hizo injusto, por eso, la rebeldía saltó de su interior y se dijo a si misma que siendo una buena esposa, no se valía que su esposo le negara las cosas, incluso el sexo cuando era tal solo eso lo que pedía. Estaba tan enojada y frustrada que juró que no se iba a quedar así la cosa, que se iba a vengar.

Ese mismo día se arregló coquetamente, colocó un rojo carmín en sus labios, una blusa escotada y una falda corta, su hermoso cabello castaño descansaba en sus blancos hombros salpicados de lunares, arregló sus uñas con un color rojo encendido y  salió en su auto, sonriente.

Ahí hay un hombre, ni apuesto ni poco agraciado, es más, no importa como sea, servirá para sus fines.  Se coloca junto a él, le brinda una sonrisa seductora y lo invita a salir con ella. El duda un instante, pero le gusta lo que ve y empieza a excitarse con lo que pueda pasar.

15 minutos más tarde, sobre una carretera recién abierta al público, el aire despeinaba los femeninos cabellos; ella buscaba el mejor lugar para detenerse; lo ha encontrado, es un paraje aún más solitario que la carretera misma, acotamiento amplio, un loma pequeña que sirve de parapeto y donde más adelante crece mucha hierba entre verde y seca al lado del camino.

Invitó sensualmente a su acompañante a pasar al asiento trasero del auto junto a ella.  Ya ahí, él espero unos segundos para saber qué hacer para actuar.

La exquisita boca de la mujer lo besó ardientemente, abrió sus piernas y se sentó sobre él.  Claramente sintió la respuesta esperada: un abultamiento bajo el pantalón, una erección rápida y firme, perfecta.

Bajó la blusa para dejar al descubierto sus senos que él devoró ansiosamente mientras ella echaba su cabeza atrás para ofrecerlos y tomaba los cabellos de él para atraerlo más a su cuerpo.  5-10 minutos duró ese manoseo y jugueteo sexual. 

El quiso penetrarla, ella no lo dejó. A cambio, permitió poseerla tan sólo con sus dedos, con las manos. Aun de esa forma, la lujuria los poseyó de una manera incontrolable, a tal grado, que en medio de gritos de placer y gemidos por parte de ambos, terminaron humedeciendo él su cremallera y ella el resto del pantalón, además del asiento del auto con su éxtasis.

Quedó fascinada, y hubiera querido más para siempre,  pero determinó que la infidelidad no iba a hacerla su presa nunca, pues no creció con esos principios. Era una mujer “decente” para todos los que la conocían. Por ello después de haber usado al infortunado, pensó en cómo deshacerse de él poco a poco para que no quedara evidencia;

Después de entregarse a su desconocido dentro de su auto y al filo de la carretera, lo besó apasionada y sorpresivamente enterró fúrica sus rojas y filosas uñas en el cuello del hombre, desgarró de un tirón la carne y la venas hasta que al desangrarse, la vida masculina se apagó.

Al acabar, aun sentada sobre él, miró aquel cuerpo inerte y sonrió con fastidio. Con una gran sangre fría, saco algunos implementos con los cuales cuidadosamente lo destazó, se colocó frente al volante, empezó a manejar de regreso a casa; a través de la ventana, fue tirando por el camino aquel cuerpo en pedazos, hasta que lo último que quedó de momento, fue la mano derecha que decidió meter en una bolsa negra.

Al llegar a su casa, limpio su auto, llevó la bolsa negra a la cocina … realizó algunas acciones de arreglos, limpieza necesaria y orden que ocultaran sus acciones.

Fue así que se encontró sentada en el piso de la cocina, donde sacó de la bolsa la mano restante de su amante furtivo… sosteniéndola con el pulgar y el índice, la miró por largo tiempo, la acercó a su nariz para percibir en ella su propio olor, suspiró y pensó que  esa mano  la hizo disfrutar el mejor orgasmo de su vida, porque combinó enojo, desquite y ganas, la volvió a mirar con desdén,  después la aventó a la basura y empezó a hacer la cena para su marido.

Sorpresivo despertar

Mariano quien está apenas entre los 30-32 años, es un arquitecto prominente, eficaz y triunfador en su área. Ha alcanzado altos estándares en su vida personal y sus metas cada vez son más impresionantes. Ha hecho de su currículo algo que habla de sus esfuerzos y disciplina personal para sus propios logros.
Es un hombre de estatura mediana, blanco de piel, cabello castaño, ojos cafés y sonrisa pícara que le ha brindado enormes oportunidades para disfrutar del asedio femenino con flirteos, coqueteos “profundos”, amores apasionados de corto y mediano tiempo, pero sin duda alguna, espera ansioso que le llegue el amor verdadero.
Angela es una esbelta y linda mujer que se sabe atractiva para el ojo masculino; tiene un largo y rizado cabello obscuro y brillante que sobresale sobre su piel clara, senos proporcionados, caderas algo estrechas pero no demeritaban en nada su belleza, su linda cara luce un par de ojos café obscuro enmarcados en poco maquillaje, una boca grande y sonriente con una dentadura sin problemas. Coqueta natural, sonríe.
Única mujer nacida entre cuatro varones, fue criada de manera consentida y sabiendo que con el esfuerzo indicado, todo lo merecía. Sus padres pretendieron que fuera educada y refinada en lo social, preparada y estudiada en lo académico, por lo que parecía una mujer genial.

El destino quiso que se encontraran y para ella se hizo su hombre ideal y para él, ella se convirtió en la mujer perfecta.
La ceremonia de la boda fue fantástica, el mejor banquete, el mejor servicio. Un frac negro enaltecía la masculina figura haciéndola gallarda y altiva que esperaba en el altar, feliz, nervioso y una ansiedad en el estómago que parecían mariposas alocadas. De pronto la vio venir…
Vestido blanco con una elegancia impresionante, largo velo que hacía juego con la cauda llena de cristales que brillan al sol y al compás de ligeros pasos llenos de amor, la tiara finamente colocada en el alto peinado que enmarcada aquella cara iluminada por la esperanza y la alegría, la hacían lucir como la realeza misma.
Ante Dios se juraron amor eterno…
Mariano la miraba y se embelesaba, estaba perdido por ella, y la colocó en su pedestal personal para siempre…
Pasó la ceremonia, pasó la fiesta, llegó la noche de bodas, solos frente a frente, se miraban tímidos con ansias locas de poseerse ya mutuamente. Ella se dejó conducir por la maestría de los brazos de su hombre, él la guía con ternura y delicadeza pues es su princesa, la más delicada y suave. Cerraron las cortinas translúcidas, apagaron la luz y se entregaron a su amor.

Despunta el alba, la claridad del día apenas deja entrar algunos rayos del sol. Mariano amodorrado, trata de despejar su mente, voltea a su derecha y sólo ve la amada espalda desnuda casi cubierta con la sábana ligera, sonríe enamorado y se incorpora saboreando el momento.
Ya de pie, vuelve su mirada y abre los ojos con asombro, pasmo e interrogación divertida.
Ángela dormida pesadamente, está con el cabello todo revuelto y desordenado, con una posición torcida y poco femenina rozando lo grotesco, la sensualidad pareciera que se le escapó… Mariano da un paso y vuelve de nuevo su mirada a su amada tratando de comprender; de pronto sin que se lo esperara, la ligera sábana que reposa sobre la cadera de Angela, se movió intempestivamente al mismo tiempo que se emitía un “pprrrrr”; Mariano se sobresaltó ingenuo, arrugó la nariz y se la tapó, ante un olor pestilente que duró unos 10 segundos…
Sonriendo por la sorpresa se encaminó al baño preguntándose “¿Será esa mi Princesa?¿qué pasó con mi princesa?… ¡Diiiooooos!”, talló sus ojos, se echó a reír y se metió a bañar divertido.

Una Carta de los Reyes

Mamá, mamá.. mis amigas de la escuela dicen que los Reyes Magos son los padres ¿Es verdaaaad?
La madre de Maria sonríe, le da un beso y le dice:
– Mira Maria… Tengo que enseñarte algo que guardo en este cajón desde hace 7 años.
Su madre saca del cajón un sobre blanco. Lo abre y le dice a Maria:
– Esta carta la recibimos en casa el día en que naciste. Es una carta escrita por los Reyes Magos y que nos piden que les hagamos tres favores. ¿Quieres que te la lea?
– ¡Sí mamá, por faaaavor!

Apreciado papá y apreciada mamá de Maria,
Somos los Reyes Magos. Sabemos que acaba de nacer Maria. Es un niña preciosa que los va a hacer muy felices a los dos. Ya saben que cada 6 de enero nosotros vamos en silencio a casa de todos los niños y les dejamos unos regalitos para celebrar el nacimiento del niño Jesús y para decirles lo orgullosos que estamos de ellos.

Pero a partir de ahora no podremos hacerlo porque estamos muy viejecitos y cada vez hay más y más niños en este mundo. No podemos ir a casa de todos. Además, ayer me caí del camello y me rompí el brazo (soy Melchor, un poquito torpe); Gaspar es muy lento porque camina con la ayuda de un viejo bastón y Baltasar, ¡nuestro viejecito Baltasar!, se olvida siempre de dónde tiene la lista de los regalos. Como ves, ya estamos muy mayores y necesitamos pediros tres favores muy importantes:

1er favor: Que nos ayuden a poner los regalos a los niños. Cada padre y madre harán nuestro trabajo el día de Reyes: leerán las cartas de sus hijos y, con la misma ilusión que la nuestra, les pondrán los regalos como si fuéramos nosotros. Así todos los niños del mundo tendrán sus regalos y nosotros podremos descansar y ver, desde lo lejos, sus caritas de alegría.

2º favor: Como esto es un gran secreto, no se lo pueden decir a Maria hasta que cumpla los 7 años. Cuando tenga esta edad, ya será mayor y sabrá guardar este secreto. Los niños pequeños no deben saber que nosotros ya no podemos poner los regalos y que son los padres los que nos ayudan porque sino… ¿qué pensarán de nosotros? ¿dónde estará la mágia? El secreto se ha de decir solo a los niños responsables, a los que ya pueden entender que nosotros les queremos mucho y que por eso pedimos ayuda a sus padres, las personas que más los quieren a ellos.

3er favor: Algunos padres que nos ayudan están enfermos o no tienen dinero para comprar regalos a sus hijos. Y también hay niños que no tienen la suerte de tener dos papás. Por eso, necesitamos que sus hijos se conviertan “un poquito” en Reyes Magos y compartan algunos regalos con los niños que no tienen tanta suerte como ellos.

Nada más. ¿No es demasiado, verdad? Cuando Maria te pregunte por primera vez quiénes son los Reyes Magos léele esta carta. Entenderá por qué nosotros hemos confiado en ustedes para hacer nuestro trabajo: porque son las personas que más lo quieren en el mundo y que mejor pueden ver su enorme y bondadoso corazón de perla.

Melchor, Gaspar y Baltasar

Queridos Reyes Magos, este año me he portado...

Laura y Lupilla

Hace algunos años, cerca de las inmediaciones de lo que hoy conocemos como Eje Central Lázaro Cárdenas y la calle Peón Contreras, existía una vecindad donde una vivienda albergaba la familia humilde con dos pequeños: Andrés y Guadalupe… no muy lejos de ahí,  estaba la casa de una familia con una condición económica mejor que la primera y en donde también vivían 2 niñas: Elena y Laura.

El destino quiso que estas familias se encontraran haciendo que  Nachita, tía de Laura y Elena, se convirtiera en madrina de bautizo de Lupe; así empezaron entre las niñas lazos amistosos, propios de la edad y las actividades de cada quien.

Sucedía que ya para todo, las tres niñas estaban juntas, Elena, Laura y Lupe.  La escuela, los juegos, otros amigos, pero siempre juntas… sin embargo, el lazo entre Laura y Lupe, fue más fuerte.

Tenían ambas la costumbre de compartir, una a otra se contaban sus primeros amores y decepciones, sus primeros trabajos y gustos, triunfos, logros, ilusiones y sus tristezas…todo lo que formaba parte de sus vidas lo sabía la una y la otra.

Se han acompañado en los momentos más importantes de sus existencias: la muerte de familiares, el matrimonio y la maternidad… tal era el cariño que se tenían que justo la maternidad, la fortalecieron cuando llevaron ante la pila bautismal, a los hijos e hijas de ambas; y fue bello ver crecer juntos como primos a Ricardo, Edmundo, Socorro, Antonio, Maiella y Alejandro.

Laura contó emocionada a Lupe la decisión de Ricardo de entregarse a Dios, y Lupe contó a Laura la inmensa dicha que sintió cuando iba a ser abuela por primera vez.  A su manera, vivían la emoción de la amiga y compartían el sentimiento que en cada momento las embargaba

Al tiempo, aun cuando cada quien tenía su vida hecha, que ya no se veían con la regularidad acostumbrada, Lupe y Laura estaban al pendiente de continuar con la amistad a través de llamadas telefónicas o visitas esporádicas y con una que otra reunión con amigos y familia.

Mas el tiempo es implacable con la naturaleza humana y hace estragos que no vemos hasta que están ya muy profundos y ya no hay vuelta atrás.   Cuando el cuerpo humano empieza a desgastarse o  cuando empieza a perder sus habilidades cuando se ha vivido tanto, nada hay que pueda hacerse, tan solo paliar los dolores físicos  y conservar en la memoria lo más memorable que guarda el corazón.

Por el paso  tiempo, una de ellas, Laura, ha empezado a decaer al padecer una enfermedad irreversible que al evolucionar, le impedirá recordar algunas de las cosas que alguna vez vivió con la mejor amiga que el destino le pudo dar; no podrá recordar que sus ahijadas la vieron siempre bella y le demostraban un cariño limpio y bonito; no podrá recordar tantos detalles y vivencias en familia y con amigos fraternos… y no podrá saber que Lupe cuenta anécdotas de cuando era chicas, ni cuánto la quiere aun … a pesar de la distancia de sus domicilios.

Pero, queda siempre dentro del alma, la esperanza de que alguna vez recuerde hasta el final de su destino, el nacimiento de esa amistad, y quizá recuerde por siempre y en todo momento, el amor de hermanas que se han profesado siempre.

En este 2021, se cumplen ya más de 8 décadas de esa amistad que inició allá por los años 40’s…cuando ambas niñas tenían casi  7 de edad.